Y siguiendo con el tema de la ciberdemocracia que coméntabamos en uno de nuestros post, existen dos tendencias que se atribuyen a la tecnología: el ciberpesimismo y el ciberoptimismo.
En el primero nos encontramos con aquellos que reniegan de las tecnologías ya que las consideran un total obstáculo para la sociedad. Mientras tanto, los segundos comparten una actitud determinista, ya que creen que las TIC suponen una salvación. Y véase aquí la brecha digital, cuya posición es compleja y relativa.
No obstante, la brecha digital se convierte en un refuerzo para el ciudadano políticamente activo, ya que sin el acceso a las nuevas herramientas de Internet sus acciones o sugerencias no serían realizadas ni escuchadas.
Pero no por esto las tecnologías generan interés político a los ciudadanos. Captar al ciudadano y hacer que conecte con determinadas ideas políticas supone más tiempo y costes de transacción más elevados. Para ello es importante la presencia de la figura de un intermediario que haga llegar la información al público.
Éstos cumplirán las siguientes funciones:
<Permitir a los ciudadanos identificar y conocer su posición ideológica
<Facilitar adoptar decisiones grupales
<Asegurar el cumplimiento del contrato político
Sin embargo, gracias a Internet el rol de intermediario ha desaparecido, puesto que rompe cualquier barrera. No obstante, su función no podrá desaparecer porque de un cierto modo son los canalizadores de la información.